martes, 17 de noviembre de 2009

Lo primero es lo primero

Me parece que debería empezar presentándonos a todos.

Yo: Soy la mayor de mis hermanos. Soy una persona muy nerviosa, y siempre, pero siempre estoy de mal humor. Soy obsesiva hasta llegar al absurdo, soy excesivamente celosa, pero soy una novia atenta y cariñosa, lloro por todo y tengo el Síndrome de la Gordita Marginada. Soy claustrofóbica, y le tengo pánico a las cucarachas, hasta el punto de llorar si se me acerca una. Si bien no tengo ningún problema en concreto, vivo rozando los desórdenes alimenticios; me fascina aguantar horas sin comer y sentir el hambre, y en mis épocas más desbocadas llegué a vomitar voluntariamente un par de veces.

Mamá: Mamá vive ocupada, y está agotada. Siempre la veo cansada, divagando. Es como si viviera en una interminable descarga eléctrica que la hace venir de acá para allá. No carga sólo con la responsabilidad del trabajo, la facultad, los chicos, la comida, limpieza, más trabajo, más facultad, y más chicos, sino que, además de todo esto, tiene que hacerse responsable de mi papá. A veces pienso que la admiro un poco por la capacidad que tiene para sostener todo. Otras veces, la quiero matar por hacerse cargo de todo y como consecuencia, andar siempre distraída y atolondrada, olvidándose de cosas importantes como el shampoo o la comida, o dejando frases inacabadas pudriéndose en su boca.

Papá: Él es un caso aparte. Es violento y alcohólico en recuperación, y depende completamente de mi mamá. Es paranoico, grita mucho sin darse cuenta, y un mísero cambio de planes que no lo afecta le provoca un temor similar al que sentiría si el mundo se le cayera abajo. En el fondo siento un poco de pena lastimosa por él, como si en lugar de la bestia salvaje que muestra estuviera viendo a Oliver Twist. Le encanta escuchar Victor Heredia, Pablito Ruiz y Rodrigo, toma mate durante el almuerzo y la cena, y se enoja por casi todo.

Los chicos: De mi hermano más chico no tengo mucho por decir. Es chico, y generalmente molesto como todos los nenes, pero en fin. De mi hermano más grande, que de todas maneras sigue siendo un chico, tengo para decir que sufre como nadie la violencia y el caos que hay en casa. Se ofende por todo, se frustra muy fácil y cuando se enoja parece un caballo encabritado y golpea todo lo que encuentra. Además, tiene un trauma con sus orejas.


Si tuviera que elegir una palabra para definir a mi familia, es la de "simbiosis". Hay una neurosis de que lo exterior es malo, vivimos todos más encimados que la población china. Casi entrelazados, amalgamados, podría decirse. Y lo más importante, está inconcebiblemente naturalizado. Acá no hay límites de privacidad. Revisarle la cartera, las conversaciones de MSN, los archivos, es de lo más normal. Vivimos lejos, estamos aislados. Y yo... yo quisiera escaparme de esta isla. ¿Podré?

1 comentario:

  1. Creo que en comparacion a ustedes nosotros somos los Ingalls.


    Un abrazo.

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